Volar a Ushuaia me permitió formarme una buena idea sobre lo aislada que esta ciudad de 40.000 habitantes puede estar, en el extremo más sureño de las Américas.
Yo sospechaba que la mayoría de gente (yo incluido), había venido aquí principalmente para poder decir que habían estado en este lejano sur, para lo que había una cola para hacerse una foto cerca de este cartel en el aeropuerto.(abajo izquierda).
No hay mucho que ver en Ushuaia, aparte del gran escenario y de la vegetación salvaje de los alrededores de la región (abajo derecha).
Me resultó particularmente interesante aprender que los castores importados desde Canadá, unos años antes, se habian adaptado bastante bien al medio ambiente local, y que estaban reproduciéndose a montones.
El turismo es, naturalmente, importante en la ciudad más sureña del mundo (55º Sur). Los turistas adinerados pueden hacer un crucero de tres semanas por la Antártida, por unos 5000 dólares, en el Lindblad Explorer que se ve aquí, atado al embarcadero principal de Ushuaia.
Yo no pertenecía a la clase de los turistas adinerados cuando llegué a Ushuaia, así que me apañé con una cama de dormitorio en esta pensión.
Pagué 15 dólares por noche para usar esta cama, en una habitación pequeña compartida con otros tres mochileros.
Podría haber realizado el viaje por la costa atlántica en autobús, pero no hubiese visto nada distinto de la Patagonia a lo que ya había visto, de manera que decidí volar directamente a Bahía Blanca, con parada en Río Gallegos y Comodoro Rivadavia.
Bahía Blanca era una bonita ciudad de vacaciones, pero yo sólo pasé la noche, y me fui al Mar de la Plata, la playa principal de vacaciones en Argentina.
Mar de la Plata es el equivalente argentino de muchos lugares del mundo, como Acapulco en Méjico, Torremolinos en España, Durban en Sur Africa, Surfer's Paradise en Australia o Waikiki Beach en Hawai, por nombrar algunos.
Mar de la Plata tiene de todo, una playa enorme, una vasta variedad de hoteles, restaurantes y bares nocturnos. Incluso tiene actuaciones gratis en la playa, que dan profesionales con talento, como la cantante de la foto, que era obviamente bien conocida y apreciada por la gente.
Un autobús nocturno me llevó a Buenos Aires, donde encontré una sencilla habitación, por 15 dólares, en el Hotel Mediterráneo, no lejos de la Plaza del Congreso, que por supuesto está enfrente del Palacio del Congreso (es el gran edificio detrás del monumento).
En el otro extremo de la Avenida de Mayo, se encuentra la Casa Rosada, desde la que el poder ha sido ejercido mas a menudo por líderes militares que por presidentes civiles elegidos desde la constitución de 1894.
En el otro extremo de la Plaza de Mayo, se encuentra el Cabildo, que fue el Ayuntamiento en la época española. Fue allí donde el gobierno de Buenos Aires declaró su independencia de España, y destituyó su virrey en 1810. Ahora, es sólo un museo de la ciudad.
El impresionante Palacio de Justicia en la calle Talcahuano.
Otra inequívoca marca de Buenos Aires es el inmenso obelisco en la plaza de la República, en el cruce entre Avenida 9 de Julio y Diagonal Norte.
Calle Lavalle, una interesante calle con cines, tiendas y bares.
Aquí, un grupo de jubilados pasa el rato jugando a cartas en un pequeño parque en el suburbio de San Telmo.
Me resultó impresionante la cálida acogida que recibí de Fabio y Peter, que había conocido en Coroico, Bolivia, seis semanas antes.