En Cali visité a la familia Vásquez con quienes me había mantenido en contacto desde que nos conocimos en 1993. El sábado fuimos a la casa campestre de la familia para quedarnos el fin de semana. Salimos del Valle Cauca y subimos las montañas hacia el Lago Calime a 80 kms. al norte de Cali.
Se acabó la batería de mi cámara y fui a Buga a reemplazarla. Fue una buena ocasión para visitar la Catedral San Pedro y su estatua milagrosa de Cristo, la cual visitan con reverencia todos los peregrinos que se encuentran detrás de mí. Por supuesto, los vendedores del templo también se encuentran allí.
Esta simple iglesia de pueblo, también en Buga, contrasta con la magnificencia de la catedral turística.
Es difícil imaginar que el potencial para la violencia se encuentra en todas partes cuando se ve esta calmada calle de Buga, que es típica de los pequeños pueblos en Colombia. Ningún lugar está libre de la constante guerra entre las fuerzas del gobierno, los narcotraficantes y la guerrilla.
Naturalmente, en este clima de violencia, los crímenes comunes no relacioados a las drogas o a la política son más violentos y más frecuentes que en una sociedad con buena vigilancia policíaca. Sin embargo, los viajeros pueden sentirse tranquilos al pensar que esta violencia no está dirigida específicamente a los turistas como en ciertos países como Egipto.
El clima pudo haber sido mejor, pero el lago era hermoso aún sin sol. Se están construyendo más y más casas de verano y centros de recreación, pero la mayoría de la orilla del lago es todavía primitiva como puede verse aquí.
La mayoría del desarrollo se encuentra en la orilla sur del lago. Darien, en la orilla norte, donde se encuentra la casa de mis amigos, ha guardado su carácter rural encantador.
Sólo hay una casa aquí, pero hay suficiente terreno en este complejo cercado y vigilado para que varias familias Vásquez construyan su propia casa de verano lejos del calor y ruido de Cali.
Aquí estoy con Myriam Vásquez, su hermana María Elvira y su hija Myriam 2 con su esposo Juan Carlos.
Regresamos a Cali después de un fin de semana encantador en el lago e hicimos una parada en un restaurante a la orilla de la carretera para comer "arepas caseras", una especialidad cauca preparada en este horno rústico.
Aquí está un buen grupo divirtiéndose. Me encanta Colombia a pesar de la inseguridad, ya que su gente es maravillosa.
Desde aquí volé a Panamá y de regreso a Cartagena para tomar mi vuelo charter de regreso a Montreal.