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Capital: Brasília
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La represa de Itaipu construida entre Paraguay y Brasil, en el río Paraná, crea un lago artificial de 1400 km cuadrados que se extiende hacia el norte. Como estoy interesado profesionalmente en asuntos de energía, no podía perderme la visita a la enorme planta hidroeléctrica que alberga 18 turbinas de 700 megavatios cada una.
Con una capacidad total de 12 600 megavatios, la planta de Itaipu satisface las necesidades de Paraguay y de todo el Brasil meridional sustituyendo dos docenas de plantas termales de carbón o petróleo altamente contaminantes.
Las fronteras de Paraguay, Brasil y Argentina se encuentran unos pocos km al sur de la represa de Itaipu donde el río Iguazú desemboca en el río Paraná. El Iguazú forma la frontera entre Brasil y Argentina. Esta foto muestra las cataratas en el lado argentino del río.
Como ustedes pueden ver desde estas fotos la parte brasileña de las cataratas es más espectacular.
Solamente pasé una noche en el pueblo de Foz de Iguazú. Después de visitar las Cataratas de Iguazú y la planta de Itaipu, tomé un autobús, "leito", para viajar durante la noche hasta Curituba. Los buses brasileños para dormir son bastante cómodos. La mañana siguiente tomé esta foto a través de la ventana poco antes de llegar a Curitiba donde cogí otro bus para São Paulo.
Al llegar en la tarde, encontré un hotel barato en la calle São João y empecéa explorar el área central alrededor de la Praça da República, la Praça da Sé y la estación de tren da Luz. Esta es la Catedral de Sé en la Praça de Sé.
Y aquí está la estación de tren da Luz junto al Parque da Luz. Hay mucho para ver en São Paulo, parques agradables, buenos museos y una gran galería de arte.
Este edificio suspendido audazmente es la galería de arte de São Paulo en la Avenida Paulista. El pacífico Parque Trianon, cruzando la calle es un oasis de calma en medio del ruidoso centro de la ciudad. São Paulo también posee un interesante zoológico con una manada de jirafas que eran las primeras que yo veía.
Este es el sector de la Avenida Paulista donde se encuentran todos los bancos. Encontré uno donde me dieron un avance de mi tarjeta de crédito y luego tomé un bus nocturno para Brasilia ya que la moderna y grande São Paulo con sus 15 millones de habitantes me pareció un poco intimidante después de meses de visitar aldeas, pueblos y ciudades no demasiado grandes.
Brasilia no es descomunal como São Paulo pero es completamente artificial. Es una ciudad sin historia que fue construida en tres años justo a tiempo para convertirse en la capital en 1960.
El Presidente Kubitscheck que tenía un ego enorme y sus cómplices (el urbanista Lucio Costa, el arquitecto Oscar Niemeyer y el paisajista Burle Marx) se emocionaron demasiado al dar rienda suelta a su imaginación con el fin de impresionar pero le dieron muy poca importancia a los aspectos prácticos de la vida urbana.
La entrada al "Pentágono"(centro militar) de Brasil es un éxito por lo impresionante que es su aspecto.
El mausoleo de Kubitschek también es admirable.
La Catedral es impresionante y hermosa como una escultura.
Especialmente en su interior, cuando el Sol brilla a través del techo de vitrales.
Las líneas bien definidas de la cúpula (el Senado), el platillo (el Congreso) y los edificios de las oficinas legislativas, detrás de ellos, también son muy bellos en una forma futurista.
La gran arquitectura es un placer para la vista donde sea que esté y el Ministerio de Asuntos Exteriores definitivamente tiene una gran arquitectura...
Los espacios abiertos siempre son impresionantes, como la Plaza de Tienanmen o la Plaza Roja. Ellos exaltan su poder reduciendo a insignificantes proporciones a los individuos que se arriesgan a pasar por allí.
Más espacios enormes con una pareja de humanos tamaño hormiga atreviéndose a andar pie en la tierra de gigantes.
Aquí están algunos de los gigantes frente a otra arquitectura grandiosa, el edificio de la Corte Suprema.
Todo es demasiado limpio en esta nueva ciudad artificial, incluso los hoteles baratos como éste en el que me quedé por 16 dólares. Conocí a un muchacho que me llevó a presentarme a sus padres en un apartamento modular estándar a cierta distancia del centro. De nuestra conversación deduje que Brasilia es más agradable para verla que para vivir en ella porque es muy difícil para alguien no nacido aquí adaptarse al estéril y estandarizado estilo de vida que la ciudad impone a su cautiva población de funcionarios estatales (de los cuales los de más alto rango pasan los fines de semana en cualquier otra parte.)
Personalmente pienso que es un grave error aislar a los funcionarios públicos en una ciudad donde lo único importante son los asuntos del gobierno por la inevitable endogamia intelectual que esto trae como resultado. Lo sé porque lo he experimentado, yo fui criado en Ottawa y trabajé 10 años en la ciudad de Quebec. Hay muy poco aparte de las actividades relacionadas con el gobierno en estas dos capitales. Los funcionarios estatales viviendo en esas torres de marfil son aislados de la realidad económica de la industria, la agricultura y el comercio. Por lo que he visto Brasilia es sólo una torre de marfil.
