Tuve la suerte de viajar desde Natashquan hasta Havre-Saint-Pierre con Raymond Rouleau y Ann Grantham que estaban de regreso a casa en St Gédéon en Lac St-Jean después de un crucero vacacional por el río San Lorenzo en el Relais Nordik.
Paramos para tomar una foto de la diminuta aldea de Aguanish, unos doce km al occidente de Natashquan (en Montagnais aguanish significa pequeño refugio).
Paramos de nuevo para disfrutar de la vista de la hermosa aldea Johan Beetz, a mitad de camino entre Natashquan y Havre-Saint-Pierre. Ahí está Ann sentada en las rocas, en la parte izquierda de esta panorámica de 180 grados.
La aldea de Johan Beetz recibió el nombre de su fundador, un naturalista belga, pintor y escultor que se enamoró de esta región y construyó esta magnífica casa en un promontorio con vista sobre la bahía.
Un cielo despejado y clima cálido hacen la diferencia. No es de extrañar que Johan Beetz se enamorara de esta costa indómita. Use su deslizador para ver lo que queda de esta panorámica a la derecha.
Estas rocas graníticas del escudo precámbrico, gastadas por glaciares, han inspirado a muchos pintores canadienses.
Yo estaba sorprendido al ver este crucero de pasajeros atracado en Havre- Saint- Pierre ya que una huelga de estibadores había evitado que el Relais Nordik parara aquí.
Ann y Raymond me dejaron en el cruce de la carretera donde rápidamente me recogieron André y Guylaine Dubé de Sept-Isles que también habían estado en el Relais Nordik.
André, el tipo alto con la camiseta blanca, pasó por esta base de helicópteros para visitar a sus amigos mecánicos de helicópteros quienes se veían contentos de verlo de regreso de sus vacaciones.
Este pájaro que se ve extraño tiene rotores contra-rotatorios en lugar de un rotor de cola para evitar que gire como un trompo. Es una máquina rusa construida especialmente para elevar cargas extremadamente pesadas. No se nada de helicópteros pero tomé una foto de éste porque es único.
André y Guylaine me dejaron en el hostal juvenil local a tan sólo unas cuadras de su casa. A la hora que llegamos allí el tiempo se había puesto espantoso mostrando lo volátil que puede ser el clima en la Costa Norte.
El cálido y acogedor interior contrastaba fuertemente con la llovizna fría de afuera.
La gran Bahía de Sept-Îles es un excelente puerto natural protegido de los mares bravos por siete islas de las cuales deriva su nombre.
Esta panorámica móvil de 360 comienza con el pueblo como se ve desde el extremo del embarcadero local, moviéndose en sentido de las manecillas de reloj hacia las islas que protegen la bahía. En el otro lado del enorme puerto pueden verse las grandes instalaciones de carga de mineral de hierro antes de que la vista continúe de nuevo hacia el pueblo. El mineral de hierro viene por tren desde las minas de Wabush cerca de la ciudad de Labrador, 350 km al norte de aquí y desde Shefferville, otros 250 km más al norte. Se envía al oeste a través de la Ruta Marítima del San Lorenzo así como al este, por todo el mundo.
El mismo comentario que hice para la iglesia de Blanc-Sablon: el establecimiento católico todavía es próspero por fuera de las grandes ciudades en Quebec.
Tomé un bus desde Sept-Îles hasta Tadoussac y el paisaje fue fabuloso a pesar de la lluvia. Cuando éste hizo una parada para que fuéramos al baño, apenas tuve que cruzar la carretera para tomar esta panorámica de 180 grados.
Aquí está el cruce de caminos hasta Baie-Comeau situado a media distancia entre Sept-Îles y Tadoussac en la boca del Fiordo de Saguenay.