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La Torre del Reloj señala el centro de Alepo donde un hotel Sheraton muy grande está en construcción.
Así el Sheraton hubiese estado terminado yo no me hubiera hospedado allí porque ese tipo de hoteles es demasiado costoso y también porque prefiero los hoteles pequeños donde se quedan los lugareños y donde es fácil conocerse con ellos.
En Alepo, tuve una habitación pequeña pero limpia y con baño, por sólo 5.50 $US en el Zahret Al-Rabiha, 20 metros bajando por esta calle (Sharia ad-Dala). Estaba bien ubicado, cerca a los restaurantes locales, a mitad de camino entre la Torre del Reloj y el Museo Nacional y nada lejos del zoco (mercado) y de la fortificación.
Empecémi visita de Alepo con el zoco, llegando allá por la ruta más directa, a través de los pequeños callejones que se muestran abajo. El minarte es el de la mezquita de Al-Bahramiyya localizada en el zoco de Bab Antakya.
Los techos abovedados protegen del sol ardiente en verano, pero el calor no era problema cuando pasé por allá en febrero del 2003, justo antes de la guerra de Irak.
Los maleteros con sus carretillas y burros charlan mientras que esperan por clientes en esta intersección de dos calles abovedadas.
Pasé horas en el zoco charlando con los comerciantes acerca de sus negocios. Estos dos jóvenes, parados a la entrada de Khan Al- Wazir, fueron particularmente amables, llamándome tío, mostrándome los alrededores y presentándome a sus parientes en el zoco (mercado). Me tomó un rato darme cuenta de que ellos no estaban tratando de venderme nada, sino simplemente siendo amables al ayudarme a encontrar una clase particular de tuque (especie de capa) que yo estaba buscando.
En realidad hay de todo en el laberinto de calles y callejones que conforman el zoco, desde joyas hasta textiles, especias y comida.
El zoco normalmente es un buen ejemplo de atracción turística pero no conocí a ningún turista por la inminente guerra en Irak.
La gente trabaja, reza y vive en el zoco. Abajo a la derecha, un grupo bullicioso de niñas de colegio regresando a casa desde la escuela.
La fortificación de Alepo también es una gran atracción turística. Fue construida en 1209 por Al-Malikal-Zahir Ghazi, el hijo de Saladino, sobre fortificaciones de los bizantinos, romanos y de épocas anteriores. La fortificación podía acomodar una guarnición de 10 000 hombres. Fue asaltada con frecuencia pero fue tomada sólo por los mongoles en 1269 y por Tamerlane en 1400. La colina en buena parte es hecha por el hombre, y está formada por un túmulo dejado por sucesivas civilizaciones que se asentaron aquí, a partir de 1600 a.C aproximadamente, probablemente por el valor estratégico del sitio, a medio camino entre el río Éufrates y la costa mediterránea.
Esta panorámica se armó juntando tres fotografías normales. La entrada está por la torre cuadrada arriba de la rampa de la izquierda.
Las rampas como ésta suben en espiral dentro de la torre haciendo un círculo completo antes de abrirse en la cima de la colina. Cinco pesadas puertas enchapadas en hierro evitan el paso de los agresores mientras se les expone al fuego de los defensores desde arriba.
El interior de la fortificación está en ruinas excepto por la gran mezquita que está subiendo por esta calle.
Justo en la cima de la torre de entrada del siglo XII está un salón del trono Mameluco, espléndidamente restaurado, al que se llega a través de dos portales que se muestran abajo.
Aquí está el elaborado techo de ese salón del trono.
Exactamente al sur de la entrada de la fortificación está la mezquita de Al-Khosrowiyya.
Tres figuras gigantes montando animales fantásticos custodian la entrada del Museo Nacional. Son réplicas de pilares que alguna vez soportaron el techo de un complejo de templo-palacio hitita del siglo IX a.C. descubierto en Tel-Halaf, cerca a Ras Al-Ain, en el Norte.
El barrio de Jadaydad, reservado para los cristianos por los otomanos, está al noreste de la Torre del Reloj. Ésta es la catedral maronita. También hay una gran iglesia católica griega, una catedral armenia y otros lugares de culto cristianos más pequeños.
A la izquierda y abajo, escenas callejeras en el barrio cristiano.
De regreso a mi barrio cerca de la Torre del Reloj, vemos una de las tantas casas de té donde los hombres se reúnen a fumar el narguile, a charlar, jugar dominó y a soñar, a salvo de las amables atenciones de sus mujeres.
Este tipo de lugar también es común en Turquía, a donde me dirijo ahora.
